Dicen que enseñamos lo que necesitamos aprender…

Durante mi adolescencia tuve una mala relación con la comida y mi cuerpo, era insegura, no estaba cómoda con mi peso estando sana y sin sobrepeso. (En ese entonces no había redes sociales, ni influencers, ni nada fit, hoy todo esta potenciado y el culto al cuerpo es aún más fuerte).

Todo esto me llevó a embarcarme en muchas dietas, era esclava de la balanza, me prohibía muchos alimentos, tenía atracones con bastante, tenía atracones con bastante frecuencia.

Creía que estaba condenada, me preguntaba como la gente comía sin engordar.

Visité muchos nutricionistas, los cuales me prescribían dietas cosa que los hacía de alguna manera cómplices de mi insatisfacción ya que ese hecho avalaba que la decisión de bajar de peso era la correcta.

Decidí cambiar esta relación tormentosa y fue determinante el proceso terapéutico que tuve durante mucho tiempo, me dí cuenta que enfocarme en mi cuerpo implicaba desequilibrios en mi mente.

Entendí que es un vehículo para vivir mi vida y wow todas las maravillas que hace por mí.

Aprendí a valorarme más allá del peso.

Me nutrí, nutrí mi vida, enfocarme en mis pasiones y sacar la terrible importancia que le daba a la balanza y darme cuenta que…

…las dietas y la búsqueda del cuerpo perfecto no era la solución ya que lo que hacían era empeorar mi malestar.

Todo este proceso duró mucho tiempo, bajaba y subía de peso, coquetee con un trastorno de la conducta alimentaria a los 17 años y tardé en poder darme cuenta, inclusive siendo estudiante de nutrición, obviamente carrera que elegí no por casualidad.

Hoy también,  a veces como sin hambre, me paso de las cantidades o busco con mayor frecuencia comer cosas dulces, claro que esto pasa muy esporádicamente con muy baja intensidad, que más que nada son señales que me ayudan alertarme y darme cuenta de que algo está pasando y algo hay que hacer al respecto.

La mayor parte del tiempo como de todo en la medida justa, no hay alimentos prohibidos, como rico sin culpa, en mi vida ya no hay picoteos y mucho menos atracones.

Aprendí a vivir mi vida sin dietas, sin restricciones y logré un buen relacionamiento con la comida y con mi cuerpo.

Eso es lo que busco contigo, que te saques una mochila de encima, que vivas con tranquilidad y que disfrutes.

A través de Joyful les encamino a mis pacientes hacia una alimentación “normal”, ellos sienten que sus avances al principio son lentos, y yo les entiendo más que nadie, creo que el haber atravesado por las mismas situaciones me hace tener una empatía absoluta cuando me cuentan que se encuentran indecisos si tomar este camino o volver al de las dietas.

Cuando se sienten frustrados porque piensan que nunca van a poder lograr comer conectados a las necesidades reales de hambre y saciedad, cuando creen que se trata de fuerza de voluntad.

Este proceso se trata de ver progresos y resultados desde otra perspectiva, de los que no estamos acostumbrados a valorar y son los que les va a llevar a que aprendan a manejar sus libertades a la hora de comer, a que estén autorregulados, sin ansiedad, aceptándose más allá de las formas de sus cuerpos, entiendo que no se trata de fuerza de voluntad, de contar calorías y muchísimo menos de prohibir alimentos.